La banda de los Aldana festejó este fin de semana su 20ø aniversario, ante unas 4.000 personas.
El que no salta es un stone". Sábado, ex Estadio Obras y el cántico de cancha antagoniza, una vez más, tiempo y lugar. Porque si la simplificación del público de rock nacional de fines de siglo pasado fue "Alternativos versus rolingas", El Otro Yo eligió pertenecer a la época —los ''90— y no al barrio. Entonces, su último disco, Fuera del tiempo (2007), es manifiesto de consecuencia artística. La banda de los hermanos Aldana festejó este fin de semana su 20ø aniversario ante unas 4.000 personas.
Boom Boom Kid eligió la doctrina endless kinder, es decir, mantener una inocencia de jardín de infantes para siempre. Entonces, El Otro Yo ancla en la adolescencia —también llena de inocencia— del incomprendido, para una secundaria interminable. Y ahí, entre el público, la testosterona en cueros comparte pogo con una pareja de chicas de pelos fucsia que se besan; el adolescente (real) con edad de enmarcar su angustia en el emo mezcla el olor a sobaco con el adulto que sigue a la banda "de toda la vida". Cristian y María Fernanda Aldana, sobre todo, funcionan de puente entre las edades propias y de su público. A los 33, ella le canta a su bebé en Locomotora, y en el mismo tema hace una lista de las cosas que le gustan al personaje Enriqueta del dibujante Liniers: ay, soñar, volar, flotar. Cristian, más claro, abre la boca en el tema Fuera del tiempo y describe: escapando del pasado y del futuro también,/ encontrándome con el presente infinito del ser.
Las dos horas y fracción del show se van en plan esquizo: todo comienza con el pulso new wave de Apocalipsis para tornarse una fiesta punk con Sádico; Autodestrucción lleva la fiesta más allá. Me harté cambia todo a modo delicado gracias al sonido de teclados ochentosos y, más tarde, aparecen los Ramones más Ronettes dentro de Sensación especial. De allí al cierre de telón y luego a un inexplicable segmento tipo fogón cósmico, con cambio de vestuario y todo. El primer bloque actualiza el concierto mostrando los temas del disco nuevo, y el segundo es el lugar de los clásicos. Lo punk, si breve, dos veces punk y si el concierto se está estirando demasiado, arrebatar los viejos temas en un popurrí bien arriba parece ser la mejor opción: suena La música y, sin respiro, Corta el pasto se fusiona con 69; el lado más sexual de EOY se manifiesta con La tetona y Sexo en elevador en continuado para, finalmente, dejar que gane la desprolijidad: Crazy y Hombre de mierda, entre las letras con puteadas y los acoples, el show se agota en un pogo que apenas sobrevive del cansancio para los hits de rigor del final.-
Diario Clarín
Boom Boom Kid eligió la doctrina endless kinder, es decir, mantener una inocencia de jardín de infantes para siempre. Entonces, El Otro Yo ancla en la adolescencia —también llena de inocencia— del incomprendido, para una secundaria interminable. Y ahí, entre el público, la testosterona en cueros comparte pogo con una pareja de chicas de pelos fucsia que se besan; el adolescente (real) con edad de enmarcar su angustia en el emo mezcla el olor a sobaco con el adulto que sigue a la banda "de toda la vida". Cristian y María Fernanda Aldana, sobre todo, funcionan de puente entre las edades propias y de su público. A los 33, ella le canta a su bebé en Locomotora, y en el mismo tema hace una lista de las cosas que le gustan al personaje Enriqueta del dibujante Liniers: ay, soñar, volar, flotar. Cristian, más claro, abre la boca en el tema Fuera del tiempo y describe: escapando del pasado y del futuro también,/ encontrándome con el presente infinito del ser.
Las dos horas y fracción del show se van en plan esquizo: todo comienza con el pulso new wave de Apocalipsis para tornarse una fiesta punk con Sádico; Autodestrucción lleva la fiesta más allá. Me harté cambia todo a modo delicado gracias al sonido de teclados ochentosos y, más tarde, aparecen los Ramones más Ronettes dentro de Sensación especial. De allí al cierre de telón y luego a un inexplicable segmento tipo fogón cósmico, con cambio de vestuario y todo. El primer bloque actualiza el concierto mostrando los temas del disco nuevo, y el segundo es el lugar de los clásicos. Lo punk, si breve, dos veces punk y si el concierto se está estirando demasiado, arrebatar los viejos temas en un popurrí bien arriba parece ser la mejor opción: suena La música y, sin respiro, Corta el pasto se fusiona con 69; el lado más sexual de EOY se manifiesta con La tetona y Sexo en elevador en continuado para, finalmente, dejar que gane la desprolijidad: Crazy y Hombre de mierda, entre las letras con puteadas y los acoples, el show se agota en un pogo que apenas sobrevive del cansancio para los hits de rigor del final.-
Diario Clarín
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