“Puede que ese sea el ultimo recital”, dice Cristian Aldana sobre la fecha en la que El Otro Yo festejará oficialmente veinte años de carrera. Será el 17 de este mes, en Obras, con El Mató a un Policía Motorizado, Shaila y Charlie 3 de invitados. Pero ahora, el mayor de los Aldana (37 años recién cumplidos) está en un sillón de lounge, con té de frutos rojos, pantalón naranja y celular para mandar mensajitos. Parece la descripción de un encuentro en Palermo, pero estamos en Ushuaia, a minutos de que EOY suba al escenario para terminar la gira presentación de Fuera del tiempo, su último disco de estudio. El viaje, la nostalgia, el frío, la nieve, lo blanco, la nada: la ciudad más austral del planeta. Cristian Aldana está en el fin del mundo y, en ese contexto, amenaza con el fin de su banda. Por eso, por favor, mejor no tomarlo muy en serio.
El líder de uno de los grupos que más mochilas con su logo diseminó por la Argentina atraviesa un momento de cambio. Desde hace un tiempo, Cristian se ha convertido en un artista politizado: puede sonar a nuevo León Gieco, pero la actitud es otra. Como directivo de la Unión de Músicos Independientes (UMI), que lleva ocho años de actividad, integró a muchos colegas para defender sus derechos frente a los sindicatos, las corporaciones y el Estado.
¿Qué cambió en estos veinte años de carrera con respecto a lo que querías lograr con tu banda y lo que finalmente pasó?
Me acuerdo de que sin disco oficial salimos Banda Revelación para el suplemento No y que en la nota que nos hicieron dije que lo que buscaba con la banda era la revolución. Hoy me doy cuenta de que esa revolución es la Unión de Músicos Independientes. En ese momento nos veía como minis Redonditos de Ricota y soñaba con que en el futuro hubiera muchos más así. Gracias a la UMI hay un montón de músicos que tienen la posibilidad de hacer su material como lo hicimos nosotros, pero disponen de toda la información para salir bienparados de una.
¿Cómo fue que pasaste de ser un artista apolítico a crear la UMI, que pelea por los derechos de los músicos dentro de la política?
Cuando empecé a tocar era un momento de mierda. Había muchas cosas que no me cerraban y por eso cantaba que no quería entender lo que pasaba. Hoy, comprendo que el simple hecho de ser independiente es una decisión política y que para modificar situaciones es necesario meterse en la burocracia y pelear desde adentro. No toda la política es una mierda, sólo una parte lo es. Y la gente con buenas intenciones y capacidad tiene que involucrarse.
¿Qué significa ser un artista independiente, para vos?
Creo que lo más importante es defender la libertad artística. Cuando sacamos nuestro primer casete, yo lo distribuía por las disquerías y vendía bien, pero hoy las cosas son muy diferentes: con tantas bandas se hace difícil. Hay mucho para laburar dentro del negocio de la música, pero nunca quisimos delegar la capacidad de decidir sobre el futuro del grupo, porque si fuese así me sentiría como en relación de dependencia. Igual, la verdadera libertad es ser millonario.
Cuando te sentás a componer, ¿cómo hacés para poder trascender lo que ya recorrieron?
El Otro Yo es una banda de los 90. No hay mucha vuelta. Sonamos como grupo de esa época y sacando a The Cure y el punk, la música que escuchamos suele ser de esa década. Intentamos jugar, a veces metemos máquinas, pero los 90 son nuestra esencia.
¿Cómo te relacionás con las marcas? Tocan en festivales auspiciados por gaseosas, cervezas y acaban de sacar unas zapatillas con el nombre de El Otro Yo, pero auspiciadas por BlackFin, una empresa de indumentaria…
Por como está todo hoy en día, las marcas terminan siendo muy importantes para que los grupos existan. Con la cantidad de discos que se piratean, es más difícil generar ingresos para vivir de la música. Así es que las marcas se transforman en un sostén y hasta terminan proponiendo cosas copadas, como lo de las zapatillas. ¡Hasta las diseñamos nosotros! Hay que adaptarse a las realidades y eso está bien. De todos modos, nosotros seguimos haciendo lo que queremos, conseguimos difusión y nos sirve.
Presentaron una denuncia en el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) por discriminación a los músicos que no pueden tocar en casi ningún bar de Capital Federal. ¿Qué pasó finalmente?
El INADI se expidió y aceptó que teníamos razón. Si uno tiene un bar habilitado para tanta gente y quiere que vaya un pintor, un cocinero, un DJ o lo que sea, puede hacerlo, pero si quiere poner a un pibe con una criolla tiene que sacar una habilitación especial, como si un instrumento cambiara las condiciones de seguridad. ¿Es un pecado ser músico? Hay algo que tiene que ver con el sentido común que no está funcionando. Se está amenazando a la cultura.
Por Facundo Lozano
El líder de uno de los grupos que más mochilas con su logo diseminó por la Argentina atraviesa un momento de cambio. Desde hace un tiempo, Cristian se ha convertido en un artista politizado: puede sonar a nuevo León Gieco, pero la actitud es otra. Como directivo de la Unión de Músicos Independientes (UMI), que lleva ocho años de actividad, integró a muchos colegas para defender sus derechos frente a los sindicatos, las corporaciones y el Estado.
¿Qué cambió en estos veinte años de carrera con respecto a lo que querías lograr con tu banda y lo que finalmente pasó?
Me acuerdo de que sin disco oficial salimos Banda Revelación para el suplemento No y que en la nota que nos hicieron dije que lo que buscaba con la banda era la revolución. Hoy me doy cuenta de que esa revolución es la Unión de Músicos Independientes. En ese momento nos veía como minis Redonditos de Ricota y soñaba con que en el futuro hubiera muchos más así. Gracias a la UMI hay un montón de músicos que tienen la posibilidad de hacer su material como lo hicimos nosotros, pero disponen de toda la información para salir bienparados de una.
¿Cómo fue que pasaste de ser un artista apolítico a crear la UMI, que pelea por los derechos de los músicos dentro de la política?
Cuando empecé a tocar era un momento de mierda. Había muchas cosas que no me cerraban y por eso cantaba que no quería entender lo que pasaba. Hoy, comprendo que el simple hecho de ser independiente es una decisión política y que para modificar situaciones es necesario meterse en la burocracia y pelear desde adentro. No toda la política es una mierda, sólo una parte lo es. Y la gente con buenas intenciones y capacidad tiene que involucrarse.
¿Qué significa ser un artista independiente, para vos?
Creo que lo más importante es defender la libertad artística. Cuando sacamos nuestro primer casete, yo lo distribuía por las disquerías y vendía bien, pero hoy las cosas son muy diferentes: con tantas bandas se hace difícil. Hay mucho para laburar dentro del negocio de la música, pero nunca quisimos delegar la capacidad de decidir sobre el futuro del grupo, porque si fuese así me sentiría como en relación de dependencia. Igual, la verdadera libertad es ser millonario.
Cuando te sentás a componer, ¿cómo hacés para poder trascender lo que ya recorrieron?
El Otro Yo es una banda de los 90. No hay mucha vuelta. Sonamos como grupo de esa época y sacando a The Cure y el punk, la música que escuchamos suele ser de esa década. Intentamos jugar, a veces metemos máquinas, pero los 90 son nuestra esencia.
¿Cómo te relacionás con las marcas? Tocan en festivales auspiciados por gaseosas, cervezas y acaban de sacar unas zapatillas con el nombre de El Otro Yo, pero auspiciadas por BlackFin, una empresa de indumentaria…
Por como está todo hoy en día, las marcas terminan siendo muy importantes para que los grupos existan. Con la cantidad de discos que se piratean, es más difícil generar ingresos para vivir de la música. Así es que las marcas se transforman en un sostén y hasta terminan proponiendo cosas copadas, como lo de las zapatillas. ¡Hasta las diseñamos nosotros! Hay que adaptarse a las realidades y eso está bien. De todos modos, nosotros seguimos haciendo lo que queremos, conseguimos difusión y nos sirve.
Presentaron una denuncia en el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) por discriminación a los músicos que no pueden tocar en casi ningún bar de Capital Federal. ¿Qué pasó finalmente?
El INADI se expidió y aceptó que teníamos razón. Si uno tiene un bar habilitado para tanta gente y quiere que vaya un pintor, un cocinero, un DJ o lo que sea, puede hacerlo, pero si quiere poner a un pibe con una criolla tiene que sacar una habilitación especial, como si un instrumento cambiara las condiciones de seguridad. ¿Es un pecado ser músico? Hay algo que tiene que ver con el sentido común que no está funcionando. Se está amenazando a la cultura.
Por Facundo Lozano
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