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jueves, 28 de mayo de 2009

Brillante

Por este disco, parte de la prensa y de la gente acusó, sí, acusó de “infantil” a la banda de Temperley. La acusación no pudo ser fundamentada, pero confirmó algo que todos sabemos: estamos en un país que no ha crecido mucho ideológicamente.

Después de Mundo, disco triple, rebelde, grabado de forma casera y autogenerado, los otro-yo deciden garpar una producción muy profesional, inclusive metiendo un hit en las radios, y logrando un merecido éxito a través de producto más digerible que los anteriores.
Algunos no se bancaron que fuera elegido como mejor disco del año por periodistas del mainstream.

Ignoran que los vampiros tienen especial predilección por lo fresco.

A propósito. Dan ganas de encomillar las palabras éxito, digerible, profesional y merecido, para protegerlas de interpretaciones nocivas, ya que en ese entonces parecían ser palabras malditas y condenadas a muerte si se las relacionaba a lo alternativo.

Lo cierto es que más allá del corte naif de algunas canciones de Abrecaminos, oído a la distancia de diez años, parece un disco para nada infantil en el sentido despectivo, aunque muy inocente y aniñado en el sentido positivo, adelantándose a una época en donde el rock indie comenzaba a salir de los torturados 90’s y vislubraba sin saberlo un espíritu de cambio hacia unos dosmiles de introspección más reflexiva y emotividad menos trágica.

Pero lo más punk del disco es que cuando todos estaban para atrás, estos pibes iban re para arriba. Y por eso es contracorriente.

Con temas llenos de luz (Aún), color (Violet), cierta perve (No me importa morir), y bajaditas de línea ideológicas felizmente traspapeladas a través de las muy buenas melodías y arreglos de las canciones, Aldana brothers, Ray Fajardo y un Ezequiel Araujo recién llegado y adaptado forman un buen equipo para salir a decirle que no a la cumbia menemista, esa música que ”escuchan todos, y yo no la escucho”, para reflexionar a lo zen-pavement con “ni un millón de duraznos, ni dormir van a salvarme”, o a hacer sonar como un Sonic Youth de jardín de infantes de niños índigo a “Filadelfia brillante, te espera mi amor”, una de las canciones de pop.rock más perfectas de la historia (me la banco).

Faltaba un disco original para cerrar los 90. Para mí fue éste. No sé cómo lo lograron, pero creo que para que una banda pueda sonar así, necesita de personas que tengan muy en claro lo que quieren hacer, y también de qué manera hacerlo. Tal como un grupete de niños que decide jugar a algo.

Por Lucas Amuchástegui para Ruleta China

1 comentario:

Eugenia dijo...

muy buen comentario del disco!