Dentro, con cierto retraso, se monta un escenario, se instalan equipos, instrumentos, se prepara la prueba de sonido. Los músicos han llegado hace algunos minutos y se han repartido por distintos rincones de la disco, conversan con sus asistentes, con los tipos del sonido y con los encargados del recinto. En el centro, y mirando al escenario, está una chica de cabello rubio, abrigada como se abrigan los extranjeros cuando sienten frío en un país que no es el suyo, lleva una chaqueta y un gorro de lana rojo.
—Hola. María. ¿Qué tal? -se presenta, con un beso mediante, cuando le informan que será entrevistada.
La chica, cierto, es María Fernanda Aldana, bajista de la banda argentina El Otro Yo desde hace 22 años. Desde aquel día en que tenía tan sólo 12 años cuando se subió a un escenario en la localidad bonaerense de Temperley, a acompañar a su hermano Cristian Aldana en un bosquejo infantil de lo que más tarde sería conocido como una de las mejores bandas alternativas latinoamericanas. Después, vendrían los casetes autoeditados, en su propio estudio casero y en su sello Besótico Récords, las giras, la escena del nuevo rock argentino, las entrevistas y los videos en las versiones latinoamericanas de MTV y Muchmusic. También, las reinvenciones y los cambios de integrantes que terminarían haciendo lo que es la banda hoy: los hermanos Aldana, Cristián en voz y guitarra, y María en voz y bajo, junto a Gabriel Guerrisi en guitarras y Ricky Rua (ex Los Brujos) en batería. Y es curioso, pero a pesar de seguir esa evolución lógica matemática de salir del under con los años y trabajo y talento, la banda mantiene el espíritu independentista y adolescente descarnado. Ese espíritu que los convirtió en esa encantadora banda de barrio, hasta el día de hoy.
—Creo que todavía nos falta mucho camino por recorrer. Crecí con la banda y todavía siento que estamos empezando de alguna manera. Quizá ha pasado mucho tiempo de que estamos tocando, pero todo ha sido ir aprendiendo y todavía nos falta mucho por recorrer -reflexiona, grabadora en frente.
Pero hay un camino recorrido, etapas ¿no?
—Yo creo que cada etapa del grupo está marcada por un disco y en cada uno volvemos a nacer y comenzar una etapa nueva y ésta de ahora es una completamente diferente.
En marzo pasado fue lanzado Ailabiu EOY, el octavo álbum de estudio de la banda. El más reciente eslabón en una ruta que se inicia con Los Hijos de Alien allá en 1993. Ailabiu EOY es el disco que los ha mantenido en gira durante este año, editado paralelamente en Argentina y México, que fue grabado en los estudios de los charros Molotov, que cuenta con la producción de Paco Huidobro (Fobia), y que los trae ahora y que lo volverá a hacer para el generoso festival Maquinaria el próximo 9 de octubre.
—Vamos a estar tocando con bandas que nos gustan mucho, como Incubus, Pixies y Yo La Tengo. Eso nos tiene re contentos, y en Argentina también vamos a estar tocando con Pixies. –dice, entre risas, incapaz de ocultar la emoción.
Como llevan harto tiempo, han sido una banda que además ha pasado por distintos formatos: desde los casetes, pasando por los compacts y ahora, para Ailabiu, decidieron liberar un adelanto por Internet (el single Siempre fui yo) ¿qué hay con eso?
—Y, nosotros fuimos adaptándonos a la época que nos tocó vivir y a los avances de la tecnología. Sacamos nuestros casetes, los re editamos después en cedés. Y seguimos editando después en cd. Ahora hace poco hicimos en Internet una red, un poco parecido a Facebook pero en rock, para que los chicos que les gusta El Otro Yo se puedan conocer, conectarse con nosotros, subir la música que les gusta, sus propias bandas, fotos, cuadros, lo que quieran.
Una comunidad…
—Sí, como una comunidad, que está re bueno, porque es una forma de no estar solo también. Nosotros pensamos que la música puede unir a la gente.
Te preguntaba por los formatos, porque ustedes, aparte de ser fuertes defensores de la independencia, son defensores de la música como revolución… y ahora, la industria de la música parece estar en crisis, bajan las ventas de disco, suben las descargas “ilegales”…
—La internet es una herramienta revolucionaria y estamos todos expectantes de saber hasta dónde va a llegar. Para que las cosas cambien siempre algo se deja de lado. Pero también estoy esperando que cambien muchas cosas más, que se caigan los vuelos de la irrealidad que nos quieren hacer creer. Para mí, todo debería ser gratis. Desde los alimentos, la luz, hasta el gas. Todo hecho con materiales ecológicos. Usar el sol y el viento para eso. Nadie debería pasar hambre ni someterse a trabajos tortuosos para pagar cuentas. Vivir en gratuidad.
¿Y la música?
—La música también. Lo que pasa es que nosotros también estamos inmersos y tenemos que sacar discos para poder pagar las cuentas también. Pero de aquí a algunos años espero que cambien todas estas cosas.
Monstruos. Máquinas mutiladoras. Aliens. Sadomasoquismo. Pájaros de colores. La emotividad de un niño que crece encerrado en su pieza. Con sus temores y alegrías. Con sus odios y sueños. Con sus Cobain y sus Rimbaud. El Otro Yo siempre se caracterizó por crear un mundo propio, una realidad paralela en donde todo era posible, lejos de esta realidad aburrida. Sin embargo, en algún momento algo cambia. Los hermanos Aldana se dan cuenta de que no odian tanto la política y que el camino de la independencia -creativa, productiva, emocional- es también una opción política. Es por eso que no sólo se deciden a hacer algo para que las cosas cambien en este planeta del que buscaban escapar mediante el sonido. Y no sólo le empiezan a cantar a los chicos que duermen en las calles, sino que Cristián se une a la Unión de Músicos Independientes (UMI), con el fin de hacer respetar la cultura rock y de música popular en Argentina. Curiosamente, caso similar al nuestro por estos días, impulsando una ley para que la música argentina no se vea tan desprovista frente al mercado monstruoso de la industria internacional.
—Pedir un 20% de música chilena en radios es nada. A nadie le puede molestar eso. No están pidiendo un 70 %, ni siquiera es un 50, es un 20, vamos. Es muy humilde el pedido y creo que corresponde.
¿Allá en Argentina se dio igual?
—Sí, estuvimos trabajando mucho para que eso se diera, sobre todo Cristian con la UMI. Estuvimos tocando para eso. Se hizo un trabajo admirable porque los chicos lograron cosas muy buenas. Se pidió un 30% de música argentina y que el 15% sea de bandas autogestionadas. Nadie puede decir que los están obligando, si vos no tenés el sentido común de apoyar tu cultura y la que hacen tus hermanos y de pasarles por lo menos un 20% de música nacional y que te tenga que obligar por ley y encima te enojás, ándate a vivir a Estados Unidos, entonces -se rie-. Está todo bien pero no te podés enojar por eso. Es como si te enojara que le dieran asignación por hijo a la gente.
La crítica acá va porque se dice que coarta la libertad editorial de los medios.
—No es así. El mercado siempre va a tener más plata. Una multinacional siempre va a tener más para promocionar que una banda autogestinada y una banda regional. Siempre el mercado internacional ha puesto más plata para que los pasen en la radio. Y la única manera de que prime la cordura y la cultura de un país, es por ley, porque el dinero no lo puede hacer. Esa es la lógica. Una defensa cultural. Al final los que se enojan son los mismos que se callan cuando matan a un hermano mapuche en el sur o cuando un chico se muere de hambre.
Un recuerdo. O un déjà vu. En el ya antiguo video de La ra la a María se le ve trepando por unos árboles, saltando a una piscina, contemplando el espacio, armando figuras imaginarias. Han pasado años, pero María se ve similar. Muy similar. Algunos cambios propios de la edad pero poseedora de esa magia e inquietud creativa que la ha llevado a hacer discos solistas, a interpretar el piano, a hacer exposiciones de pintura y a publicar libros de poemas, a ser madre y a seguir viviendo esa, la otra vida. La chica de la quinta dimensión.
Esta noche no hay árboles pero María Fernanda Aldana ha trepado un escenario al rato de haber terminado la entrevista y de haber conversado un par de cosas. Toma el bajo. Lo afina. Las luces están encendidas y se apronta la prueba de sonido. Los chicos ya llevan una cuadra de fila esperando que el concierto comience.
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