Hasta hace no mucho, todavía había despistados que iban a ver a Favio Posca al teatro esperando encontrarse con alguna de esas caricaturas simpáticas que conocen de sus papeles en las tiras de Suar, y lógicamente saltaban de la butaca al toparse con lo que hasta ese entonces no conocían: el culo. Sí, el culo de Posca. No se trata de un "desnudo cuidado", obviamente, pero para él, como puede serlo para Bersuit, es toda una declaración artística: culo. Sin eufemismos: Posca de espaldas desnudas al público con las manos en sus glúteos haciendo la mímica de su… culo. Algunos dirán que es un gesto trillado y hasta falto de gracia, pero deberían ver su eficacia escénica. En Alita de Posca, el unipersonal que terminó en noviembre después de tres años de salas llenas y entradas agotadas siempre con dos semanas de anticipación, la aparición de un culo es naif en comparación con las palabras de los personajes, incluso con las del culo que habla. "Ahora Culo canta un boogie con la armónica. Estuve practicando porque tiene que ser realista. Lástima que todavía no conseguí sacar el aire por el ojete. ¡Ja!" Ese es Posca. Es él y todos sus personajes. Algunos de ellos van a aparecer este verano de 2008 en su nuevo espectáculo, Los quiero muchísssimo. "Estoy seguro de que es lo mejor que hice. Si Alita estaba ahí arriba, éste va a despirocar a todos", afirma este actor de 41 años con un tono, digamos, acelerado. ¿De qué otro modo puede hablar un entusiasta que hace en simultáneo radio, televisión y teatro, practica varios deportes extremos (¡también parapente!), sale a correr a diario con su perro y es marido amoroso desde hace veinte años y un responsable padre de dos hijos? Acelerado es poco. Pareciera como si en su forma de hablar, en sus interpretaciones y en su vida, hubiera algo de la velocidad que lo tiene atrapado. "El cansancio físico me da poder de creatividad", teoriza con algo de autosuficiencia. Esta nota está en el medio de ese maratón diario de actividades: en una hora dirá que tiene que irse y lo hará a toda velocidad. "Yo creo que el día es largo si uno sabe aprovecharlo. O sea, con veinticuatro horas está bien. Pero la disciplina es fundamental. Y yo soy como Terminator, o sea, me quedo dos segundos quieto y arranco con todo como si nada. La gente que me conoce por ahí me dice que pare. Pero la gente que me ve no se entera de todo lo que hago en el día y no tiene por qué. Cuando uno entiende eso, deja la vida cada vez que sube al escenario." El afán de Posca por estar en varios lugares a la vez también lo llevó a ocupar diferentes esferas en su relación con el público.
Este año, por ejemplo, grababa de día las escenas de Ezequiel, un simpático carnicero sobrevenido en estrella de reggeatón en Son de Fierro, mientras que de noche en el teatro contaba las historias de Angelito, el abogado cocainómano que sólo entrena para poder seguir tomando y que llega diez horas tarde al cumpleaños de su madre. Sin hambre, por suerte.
Si en la tevé se muestra excéntrico y querible para las amas de casa, en el teatro es zarpado y cómplice del público joven. Las criaturas que salen de la mente de Posca "son marginales y deformes, de mundos nocturnos o turbios, pero que viven en sí mismos". La más recordada nace de su primer unipersonal, "el más light", El Perro que los parió, y lo enfrentó con el desafío de traducir su estilo a la tevé. El Perro pasó por la pantalla con menos de dos puntos de rating en De la cabeza y Del tomate para desembarcar en el absoluto éxito atp que fue Nico. Era 1991 y Repetto había salido cebado de verlo en el teatro, pero Gustavo Yankelevich le paró el carro. "Nico me preguntó preocupado: «¿Vas a poder hacer El Perro para la 1 de la tarde de Telefe?». Yo lo miré y le contesté: «No solamente voy a hacerlo: voy a mantener la esencia del personaje»." Lo hizo.
Favio Juan Manuel Posca nació en Mar del Plata en 1966. A los 8 años partió de su ciudad natal hacia La Falda, Córdoba, y allí creció hasta los 16. Llegó a ver los últimos momentos de Spinetta Jade en La Falda Rock y, de vuelta en Mar Del Plata, terminó con desgano la secundaria en el turno noche. "No quería pasar la vida sentado en un banco prestando atención. La vida tiene que ser un cago de risa. Creo que a la segunda clase de teatro me di cuenta de que quería hacer esto toda la vida y comencé a perfeccionar mi herramienta, que es mi cuerpo. Estudié danza, canto, acrobacia, de todo. Llegué a ser conocido en mi ciudad, salía en el Canal 8 y todo. Pero tenía un techo y por eso vine a Buenos Aires."
Llegó a la capital argentina junto con su novia psicoanalista, ahora esposa, María Luisa Callau. "Mi emperatriz", dice él. Con ella compone algunos de los personajes y textos de sus obras, y llevan una vida familiar en un barrio privado de San Isidro junto a sus dos hijos Manuela (13) y Rocco (8). A los 23 estaban juntos, y Favio se ocupó de quedar en el centro de las artes escénicas: estudió en el teatro San Martín y pasó por el Parakultural y el Centro Cultural Rojas. Desde ese momento, su currículum se robusteció en los 90 con papeles en el cine y más que nada en la televisión, aunque esté destinado de por vida a personajes humorísticos, excéntricos, que ganan protagonismo desde un rol secundario. "En la tele siempre fui un outsider –avisa con tono de denuncia– . En Son de Fierro, que es una tira familiar en horario central, hago un personaje humilde con un código social villero, que en esta sociedad está mal visto. Y me jugué a hacer alguien querible. Un personaje marginal, discriminado y teóricamente violento. Es genial para mí encontrarme después a un pibito en Nordelta jugando al tenis y que me diga «eh, loco, recatate, guacho». Ese fenómeno social esta buenísimo. Siento que pude mover unas fichas."
Si hablamos de outsiders, y de los que movieron fichas en la televisión argentina, aquel original De la cabeza tuvo al pelotón, al germen embrionario que muchos imputan a Cha cha cha: Fabio Alberti, Alfredo Casero, Mex Urtizberea, Diego Capusotto y Posca. El capricho no duró ( Del tomate, el sucesor, no pasó las cinco emisiones), pero la semilla de Cha cha cha ya estaba plantada. Esa clase de humor afín al rock sobrevive hoy en Peter Capusotto y sus videos. "Habla bien de eso que hayan quedado muchos. Tanto Fabio como Capusotto y el Gordo también tienen su estilo. Los respeto porque lo han desarrollado y el arte tiene que ver con pulirse. Tampoco puedo hablar mucho de lo que hacen porque no veo televisión. Ni me veo a mí." Posca hizo la suya fuera de la tevé y su contacto con el rock se mantuvo en el teatro (Babasónicos y El Otro Yo interpretaron sus músicas y letras en la banda de sonido del unipersonal Mamá está presa ), pero quedó sellado en su programa de radio. He perdido mi malla en la playa irá este verano por su décima edición anual en Rock & Pop Beach. En todo este tiempo, él estuvo siempre al borde de la fantasía de rockero.